Desde 1492, entre América y Europa se abrieron trayectos de ida y vuelta en los que intercambios de toda índole enriquecieron el mundo como pocas veces antes.
Con ‘Tornaviaje’, el Museo del Prado atestigua ese recorrido con paradas en materiales, técnicas o imágenes procedentes del Nuevo Continente que, hoy, son indivisibles de la forma de entender la vida y la espiritualidad en Europa
El Museo del Prado ha emprendido un viaje sin retorno. Tiene la intención de explorar territorios no recorridos en sus dos siglos de historia, de releer sus colecciones y mostrarlas desde otros puntos de vista. Ahora, y hasta el próximo 13 de febrero, hace parada en Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, una muestra de que, si los españoles llegaron a América, América también llegó a España y, desde aquí, a Europa. Fue un camino de ida y vuelta. Y, precisamente, de esa vuelta trata la exposición, patrocinada por la Fundación AXA y comisariada por Rafael López Guzmán, catedrático de la Universidad de Granada.
Ya lo dijo uno de esos maestros incuestionables, Alberto Durero: “En mi vida no he visto nada que me haya alegrado tanto el corazón como estos objetos [llegados de América]. Porque he descubierto aspectos extraordinarios y me he quedado admirado ante el ingenio de los hombres de países remotos”.
A otro de ellos, este ya americano, el escritor mexicano Carlos Fuentes, le gustaba imaginar que los personajes de Las meninas miraban hacia su continente.
Este platillo fue uno de esos objetos que llegaron para quedarse: tiene un pocillo en medio para la jícara (taza) y evitar, así, que el chocolate se derrame y el que lo consume se queme, ante la moda que se impuso de tomarlo muy caliente. El nombre procede del virrey Mancera. La de la imagen pertenece a la segunda mitad del siglo XVIII, es de plata y procede del un obrador peruano de Arequipa.