En su columna de EL PAÍS México, SALVADOR CAMARENA considera que si los líderes del PRI y el PAN no ceden el control, en pocos años sus organizaciones llegarán al cementerio donde ya reposan los sueños perredistas
El resultado del 2 de junio plantea un enorme desafío para México, ya que no queda claro dónde podría surgir una oposición efectiva para asegurar que el Gobierno actúe con cautela y responsabilidad en su intento de cambiar de régimen. Tras las elecciones, se ha hablado mucho de la ganadora, del presidente y del destino de algunos perdedores, tanto a nivel de líderes como de organizaciones. También se especula sobre el futuro de Xóchitl Gálvez y el movimiento de la marea rosa.
Se da por hecho que habrá mayorías constitucionales, ya sea como resultado de las urnas, de la interpretación de la ley o de las habilidades políticas de la presidenta electa para sumar legisladores no alineados con el oficialismo. La cuestión ahora es qué tipo de oposición se formará. La falta de autocrítica de los líderes de los dos principales partidos en el Congreso, el PRI y el PAN, es una excelente noticia para el oficialismo, que se maravilla ante la tenacidad de estos dirigentes por mantenerse en sus cargos.
Alejandro Moreno (PRI) y Marko Cortés (PAN) se niegan a reconocer públicamente su fracaso y a abandonar sus puestos, lo que condena a la política mexicana a un espectáculo de derrotas legislativas y mediáticas. Esta actitud aleja la posibilidad de reorganizar una oposición que, aunque minoritaria en términos numéricos, recupere su autoridad ante el electorado. Aunque no todos en el PRI y el PAN están corrompidos, los actuales líderes son responsables de la debacle de sus candidatos y del éxito del obradorismo.
Entre las razones de la victoria aplastante de Claudia Sheinbaum y sus aliados está el desprestigio profundo de la oposición, que en 2018 se negó a expiar sus graves errores. Moreno y Cortés han estado al mando de sus partidos durante casi todo el sexenio, y ni siquiera este nuevo fracaso los lleva a reconsiderar su permanencia, ni mucho menos a plantearse abandonar la política. El riesgo de un dominio absoluto de Morena en el Congreso crece, ya que la supermayoría ignorará a interlocutores sin respetabilidad ni arraigo popular.
La posibilidad de que Xóchitl Gálvez cree un movimiento propio es incierta y, en cualquier caso, tomaría años lograr una influencia política significativa. Asimismo, queda por ver si la marea rosa puede trascender el individualismo de sus protagonistas y desarrollar una base territorial sólida. Movimiento Ciudadano, aunque no ha logrado desplazar al PRIAN, podría convertirse en una oposición de calidad si se aleja de figuras polémicas como Samuel García. La gran interrogante es si asumirá un papel opositor o continuará facilitando el obradorismo, aprovechando la oportunidad para reorganizar la oposición y atraer talento que fortalezca su posición.
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