El cineasta mexicano muestra en ‘Bardo’, su película más personal, una gran obra de madurez que le permite reflexionar sobre la identidad y la migración de alguien que como él ha abandonado su país por Estados Unidos
Bardo, es la séptima película de Alejandro González Iñárritu desde 2012, está llena de huevos de Pascua. El término suele utilizarse en algunas películas de género y se refiere a pequeñas pistas escondidas por un creador dentro de una obra. En las tres horas que dura la película pueden verse las huellas de Amores Perros, Birdman, El Renacido e incluso Detrás del dinero, una cinta de televisión que dirigió en 1995 junto a Pelayo Gutiérrez con Miguel Bosé de protagonista. La obra de autoficción del mexicano cinco veces ganador del Oscar (Ciudad de México, 59 años) es un destilado de la personalidad de su creador. Iñárritu explica en una conversación a distancia los entresijos de su nueva película, la más personal, sin duda, como una obra de madurez que le permite reflexionar sobre la identidad y la migración de alguien que como él ha abandonado su país por Estados Unidos. Y también de alguien que no puede dejar de ver el éxito a través del lente de la incertidumbre. Este jueves y viernes presentará en el festival de San Sebastián un nuevo corte con algunos ajustes. “Estas películas necesitan tiempo”, asegura. Bardo se estrenará en algunas salas de cine en octubre y llegará a Netflix el 16 de diciembre.