La fuerza con la que Sheinbaum podrá gobernar no tiene precedente en la historia de la democracia mexicana. Con supermayoría en Diputados, mayoría en el Senado y mayorías en 27 legislaturas locales, su capacidad de transformar tiene el cielo por límite.
Ante ello, muchos se han decantado por el pesimismo. Alarmados, consideran que es solo cuestión de tiempo para que Sheinbaum abuse y convierta a México en una dictadura.
Me parece que esta interpretación es errada. Comprendo el miedo al poder. Todo poder implica riesgos. Sin embargo, personalmente le tengo más miedo a la debilidad que a la capacidad y me parece que éste es un momento único para demandar que la coalición gobernante utilice sus capacidades extraordinarias para reformar todos aquellos recovecos que han empoderado monopolios, debilitado al trabajador y al pequeño empresario, limitado la capacidad del estado para cobrar impuestos, incentivado la corrupción y promovido la discriminación y el clasismo.
Es ahora o nunca. Es momento de demandar lo que hasta hace poco tiempo imaginábamos imposible. El primer paso es cerrar la cortina de la celebración. En efecto, Morena ya ganó. Ganó todo. Tiene el poder. Continuar en la eterna fiesta, o peor aún, argumentar que no se le puede demandar nada a Morena por miedo a que las críticas empoderen a la oposición es un despropósito.
El principal temor de Morena no debe ser la oposición, la cual está en la lona y lleva seis años ahí. El temor debe ser que Morena no dé mejores resultados. Ante ello, la crítica desde las izquierdas fortalece al movimiento pues le permite corregir decisiones, fijar prioridades y dar voz a las injusticias.
Considero que ciertos aspectos críticos deben agregarse: una política industrial ambiciosa como ha propuesto CEPAL y FED (1), una reforma tributaria feminista y una transición energética justa como ha delimitado Fundar (2), una agenda de justicia fiscal como la propuesta por Oxfam (3)y derechos laborales como los abanderados por el Frente Nacional por las 40 Horas. (4)
A ello hay que agregar ciertos aspectos que faciliten el desarrollo de nuevas empresas y trabajos. El gran reto de México es ese. Para ello se debe realizar una revisión regulatoria exhaustiva de trámites, no para reducirlos, sino para erradicar todas aquellas regulaciones que estén indirectamente creando poder de mercado para algunos, y mejorar la capacidad de CNBV, IFT, COFECE y el área de pagos de Banxico para reducir el poder de mercado que existe dentro de las telecomunicaciones, la banca, el sistema de pagos y otros sectores.
Además, se tienen que controlar los espacios donde se crean los privilegios más oscuros del país. Para ello, se debe regular el cabildeo legislativo, eliminar el financiamiento ilegal de campañas políticas, democratizar la vida interna de los partidos, reducir los plurinominales sin atentar contra la representatividad política, erradicar la corrupción de compras y obra públicas, y desarrollar el marco legal del concepto de “interés público” para darle más vida.
Más que un gobierno austero, me parece que se debe transitar a crear un gobierno eficiente. Esto requiere reformar múltiples leyes para facilitar y dar fluidez a las obras públicas, crear un equipo de abogados de primer nivel especializado en ganar arbitrajes internacionales, y centralizar capacidades que actualmente están depositadas en los municipios en niveles de gobierno más profesionalizados.
No sabemos cuánto tiempo un gobierno que se identifica como progresista y de izquierda vuelva a tener el poder de reformar en extenso. La historia indica que no será por mucho.
Por eso, es ahora o nunca. La agenda debe ir más allá de los 100 puntos propuestos por Sheinbaum. Esos puntos se propusieron cuando se desconocía la fuerza con la que Morena llegaría al poder. Hoy se puede más.