Por Luis Castellví Laukamp, publicado en The Objective.
Diez años después del fallecimiento de James Gandolfini, protagonista de «Los Soprano», su figura y la serie que lo catapultó siguen siendo inolvidables. Según Luis Castellví Laukamp en su columna para The Objective, la elección de Gandolfini como Tony Soprano fue crucial, ya que su actuación dotó al capo mafioso de una profundidad angustiosa, infundiendo dudas y sufrimiento, elementos clave para humanizar al personaje más allá de la violencia inherente a su profesión.
Castellví destaca que el componente psiquiátrico fue fundamental para diferenciar a «Los Soprano» de otras narrativas mafiosas. La serie exploró las complejidades psicológicas de Tony y su familia, incluso dedicando episodios completos a los sueños. Las interacciones de Tony con la Dra. Melfi, cargadas de alta comedia y la imposibilidad de una confesión total, no solo generaron momentos divertidos sino que también permitieron al espectador empatizar con los problemas familiares del protagonista. La disfuncionalidad familiar, con personajes como Livia y Janice, exagerada pero reconocible, fue, según Gandolfini, la clave del éxito de la serie.
El autor también resalta la «desinhibición» de Tony, un rasgo que muchos espectadores envidiaban, y cómo Gandolfini se sumergía en el personaje, incluso privándose de sueño para reflejar la ira de Tony. La profesionalidad de Gandolfini y Edie Falco (Carmela Soprano) se manifestaba en la química en pantalla, especialmente en escenas sutiles que revelaban las dinámicas matrimoniales sin necesidad de diálogos explícitos.
«Los Soprano» no solo fue un hito televisivo por sus arcos narrativos complejos y su ambición cinematográfica, sino que también sentó las bases para futuras series de éxito como «The Wire» y «Mad Men». Aunque David Chase, el creador, atribuye gran parte del mérito a Gandolfini, su legado conjunto ha trascendido el tiempo, consolidando a «Los Soprano» como un modelo de guion televisivo que sigue siendo relevante hoy.