En todo Estados Unidos, miles de jóvenes hacen fila para recibir atención de afirmación de género. Pero cuando las familias deciden tomar la ruta médica, deben tomar decisiones sobre tratamientos que cambian la vida que tienen poca evidencia científica de su seguridad y eficacia a largo plazo.
Estados Unidos ha visto una explosión en los últimos años en la cantidad de niños que se identifican con un género diferente al que se les designó al nacer. Miles de familias como los Boyer están sopesando opciones profundas en un campo emergente de la medicina mientras buscan lo que se llama cuidado de afirmación de género para sus hijos.
La atención de afirmación de género cubre un espectro de intervenciones. Puede implicar adoptar el nombre y los pronombres preferidos de un niño y dejar que se vista de acuerdo con su identidad de género, lo que se denomina transición social. Puede incorporar terapia u otras formas de tratamiento psicológico. Y, desde el comienzo de la adolescencia, puede incluir intervenciones médicas como bloqueadores de la pubertad, hormonas y, en algunos casos, cirugía. En todo ello, el objetivo es apoyar y afirmar la identidad de género del niño.
Pero las familias que siguen la ruta médica se aventuran en un terreno incierto, donde la ciencia aún tiene que ponerse al día con la práctica. Si bien la cantidad de clínicas de género que tratan a niños en los Estados Unidos ha aumentado de cero a más de 100 en los últimos 15 años, y las listas de espera son largas, la evidencia sólida de la eficacia y las posibles consecuencias a largo plazo de ese tratamiento sigue siendo escasa.
Los bloqueadores de la pubertad y las hormonas sexuales no cuentan con la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU. (FDA) para el cuidado del género de los niños. Ningún ensayo clínico ha establecido su seguridad para dicho uso no indicado en la etiqueta. Los efectos a largo plazo de los medicamentos sobre la fertilidad y la función sexual siguen sin estar claros. Y en 2016, la FDA ordenó a los fabricantes de bloqueadores de la pubertad que agregaran una advertencia sobre problemas psiquiátricos en la etiqueta de los medicamentos después de que la agencia recibiera varios informes de pensamientos suicidas en niños que los tomaban.
En términos más generales, ningún estudio a gran escala ha rastreado a las personas que recibieron atención médica relacionada con el género cuando eran niños para determinar cuántos permanecieron satisfechos con su tratamiento a medida que envejecían y cuántos finalmente se arrepintieron de la transición. La misma falta de claridad es válida para el polémico tema de la destransición, cuando un paciente detiene o invierte el proceso de transición.