El Ateneo Español inaugura una exposición en el bosque de Chapultepec para conmemorar la acogida en México de miles de refugiados en 1939 y celebrar el desarrollo cultural que trajeron consigo
Llegaron a bordo de un buque un día de mediados de junio. Era 1939, la primavera llegaba a su fin, pero en México se extendió un poco más, lo justo para ver cómo el sueño republicano que la Guerra Civil había segado en España brotaba de nuevo al otro lado del Atlántico. El Sinaia arribó al puerto de Veracruz y de él desembarcaron los primeros 1.600 exiliados españoles, que serían más de 25.000 tras el último viaje. En tierra firme les esperaban, con los brazos abiertos, el pueblo mexicano y el Gobierno de Lázaro Cárdenas, que abrazaron su llegada y lo que representaba como parte de un anhelo común. Ahora se cumplen 85 años de aquel desembarco y el Ateneo Español de México ha organizado una exposición en las rejas del bosque de Chapultepec, en la capital, que se podrá visitar hasta el 16 de junio y que ensalza la historia del exilio español como un “fenómeno vivo y presente en la sociedad mexicana de hoy”, en palabras de su presidente, Juan Luis Bonilla Rius.
“México tiene mucho que agradecer al exilio español. Fue como una biopsia histórica por la que una parte de lo mejor de España fue insertada en México”, ha resaltado el jefe de Gobierno de Ciudad de México, Martí Batres, en la presentación de este miércoles, en la que se ha arrancado a entonar una canción de las milicias que defendían Madrid que cantaba con su madre cuando era niño. “Es una parte de España que luchó, transformó, pensó, elaboró, creó y luego se trasladó a México”, ha valorado. El proyecto republicano sobrevivió en la esperanza que ofreció el país latino a sus defensores y estos se lo devolvieron con una explosión de desarrollo en todos los ámbitos —cultural, académico, científico, industrial— que se alineaba con las vanguardias europeas y que enriqueció profundamente al pueblo que los acogió cuando todavía se lamían las heridas.