El pasado 6 de agosto de 2023, cumplí 72 años, y en seis meses, en febrero de 2024, terminaré la responsabilidad que me otorgaron por medio del voto los docentes y estudiantes de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC). Mi andar en la Máxima Casa de Estudios de Coahuila empezó con mi ingreso a la secundaria, en la entonces Secundaria y Preparatoria “Venustiano Carranza” (PVC), de la Universidad de Coahuila, en el edificio que estaba frente al bosque “Venustiano Carranza”. En esas instalaciones pasé mis tres años de secundaria, luego los dos años de mi educación media superior, donde estudié el bachillerato de ingeniería. Viví cinco años entre el edificio de la PVC y el bosque “Venustiano Carranza”. Un espacio maravilloso, en los salones, los talleres de carpintería, soldadura y electricidad. Y en el bosque, en el tiempo libre hacíamos deporte. Mi amigo Gerardo Pérez Villanueva nos “entrenaba” en la gimnasia. Le dedicábamos un buen tiempo, después de casi sesenta años, ya no dimensiono cuánto era. Creo que a un lado de la “Pérgola” del bosque (hoy hay un museo), inicié mis actividades de ejercitarme disciplinadamente. Gracias a la motivación de Gerardo.
De la PVC, pasé al Instituto Tecnológico de la Laguna, donde estudié primero un año más de bachillerato, porque en aquel tiempo para ingresar a la carrera había que tener bachillerato de tres años. En los siguientes años cursé la carrera de ingeniero industrial con especialidad en electricidad. Al terminar, me invitaron a impartir clases de matemáticas en la Escuela de Comercio y Administración a estudiantes de Economía, en octubre de 1974. Debo decir que de esta manera regresé a la universidad. Este reto, ser profesor universitario de matemáticas con estudiantes de Economía, me llevó a hacerme la pregunta: ¿Cómo impartir las clases de matemáticas a estudiantes de economía? A partir de ello me surgió el convencimiento de que la manera en que enseñábamos matemáticas no contribuía a un adecuado proceso de enseñanza-aprendizaje, por lo que me dediqué a investigar si había alguna propuesta, no la encontré. Sólo el planteamiento de George Pólya: “Que las matemáticas sean trabajadas con énfasis en la resolución de problemas matemáticos contextualizados y no desde la solución aislada de algoritmos típica de la enseñanza tradicional”. Y producto de esos trabajos logré elaborar mis primeros libros para enseñar matemáticas a estudiantes de economía, desde el contexto económico. Así comencé mi carrera de profesor en la UAdeC, siempre cuestionándome mi práctica docente universitaria.
A la fecha ya han transcurrido 72 años desde que nací en Viesca, Coahuila; las circunstancias determinaron que naciera en ese pueblo. Una de las razones es porque mi abuela materna era partera. Mis papás Jesús y Manuela vivían en Acacio, Durango, en un municipio colindante con Viesca. Soy el hijo y nieto mayor. Viví en Acacio, hasta pasados los doce años, en una pequeña comunidad minera, a orillas de la Sierra de Ramírez, por donde pasan las vías del ferrocarril que van de la capital del país a Ciudad Juárez. Era una población con menos de cien familias. Se carecía de agua potable y luz eléctrica. Con una pequeña escuela de dos salones. Ahí, estudié la primaria, pero para acreditar mi educación básica, tuve que presentar examen a título de suficiencia, la SEP no reconocía los estudios de quinto y sexto grado.
En 1978 solicité permiso para dejar de impartir clases en Economía. Regresé al inicio de los ochenta. Un grupo de maestros de matemáticas de La Laguna, estudiamos la maestría en matemática educativa y fundamos el Centro de Investigación y Docencia en Matemática Educativa, el cual cerraron en 1990.
En 1988 gané las elecciones de coordinador de la Unidad Torreón. En enero de 1990 renuncié, me fui a la CDMX. Regresé a la UAdeC en la administración del rector Mario Alberto Ochoa y en 2013 el rector Blas Flores Dávila me designó secretario general. A mis 72 años, escribo en VANGUARDIA un artículo a la semana, tengo 3 hijos, 2 hijas, 2 nietos y 4 nietas. Cuento con 3 hermanos y 3 hermanas, y sus familias. Y gran número de amistades. He escrito 19 libros, estoy en mi segundo periodo como rector, puedo hacer 25 sentadillas diarias y caminar largas jornadas en la sierra. Por ello mi gratitud a todos los que me han posibilitado o interferido el camino. De todos he aprendido.
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