Carlos Salinas de Gortari no destapó a Rogelio Montemayor cuando lo envió a Coahuila a coordinar los programas de Solidaridad (un súper delegado en tiempos de la Cuarta Transformación), sino en Monclova, en 1988. Reunido con empresarios, el candidato presidencial presentó a su amigo como «un político brillante» y recomendó no perderlo de vista. El 1 de diciembre de 1993, el presidente alardeó en el salón Candilejas, de oscura memoria: «Si a Coahuila le irá bien conmigo, imagínense con Colosio».
En ese momento la relación Salinas-Colosio estaba por todo lo alto, pero al cabo de cuatro meses el candidato presidencial del PRI murió de un tiro en la cabeza. La historia cambió dramáticamente y sobre el salinismo cayó una especie de maldición. Temeroso de ser puesto entre rejas como su hermano Raúl, acusado de fraguar el asesinato del líder priista José Francisco Ruiz Massieu y de enriquecimiento ilícito, el expresidente se exilió y anduvo a salto de mata. A Montemayor se le acusó de desviar más de mil millones de pesos de Pemex a la campaña de Francisco Labastida (Pemexgate). Fue detenido en Houston, Texas, y finalmente absuelto en México. En 2019 renunció al PRI en protesta por la imposición de Alejandro Moreno como presidente.
Andrés Manuel López Obrador destapó al subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, para la gubernatura, al enviarlo a Coahuila con la misión de promover el referéndum revocatorio del 10 de abril pasado y «defender el proyecto». La decisión la ratificó este 9 de mayo, en Monclova (como Salinas en el caso de Montemayor), donde las secretarias de Economía, Tatiana Clouthier, y de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, encabezaron una reu- nión con el sector privado. Después pusieron en marcha el Programa «Constructores de la Paz», en Frontera (gobernado por Morena), ahí sí con la asistencia del gobernador Miguel Riquelme.
La maquinaria de la 4T se ha volcado en Coahuila un año antes de las elecciones para gobernador. La estrella es Mejía, cuya candidatura se da ya por sentada. Con Montemayor pasó lo mismo. El empresariado de la Región Centro y de otras zonas ha sido golpeado por la crisis de Altos Hornos de México, derivada de los conflictos de su presidente, Alonso Ancira, con el Gobierno Federal. El sector patronal se acomoda siempre a las circunstancias. Tendió la mano a los Moreira y guardó silencio por la deuda de 40 mil millones de pesos. Ayer pactó con Miguel Riquelme y mañana abrazará a quien lo sustituya: sea Mejía o quienquiera.
Riquelme debe lidiar con el favorito del presidente, como lo hizo Eliseo Mendoza. Funcionarios de Salinas realizaban giras con Montemayor a las cuales el goberna- dor no era invitado. Hoy el Gabinete de AMLO hace pro- selitismo sin guardar las formas. El secretario de Goberna- ción, Adán Augusto López, abrió la pasarela. A Riquelme le restan todavía 18 meses al frente del Ejecutivo, pero ya empieza a pasar a un segundo plano; y Mejía, a brillar. La cargada vuelve por sus fueros. La decisión forzada del PRI, de abrir la selección de su candidato, genera dudas. No de que Manolo Jiménez resulte ungido, sino de su victoria. El priismo de Coahuila volvió con los Moreira a la cultura de la línea, del dedazo. En las tres últimas elecciones el resultado se conocía de antemano. La maquinaria funcionaba. Había dinero para comprar votos. La sucesión de 2023 es atípica. Riquelme tiene candidato y López Obrador también. En escenarios así, la apuesta es siempre por el más fuerte, máxime si, como apuntan las encuestas, Morena conservará la presidencia en 2024.