La empresa italiana de lujo patrocina el pabellón de Italia en la Bienal de Venecia y presenta una iniciativa para defender la artesanía
Desde la fiesta de inauguración en la noche del viernes y durante todo el fin de semana los visitantes podían ver trabajar en vivo a once grandes maestros artesanos de Venecia, en una escenografía muy cuidada de luces casi tintorettianas y bajo la recreación gigantesca, a base de brillante neón rojo, de la suela tachonada de un Gommino, el mocasín flexible que lleva décadas siendo emblema de la marca. Era obra de la artista Federica Marangoni y daba el tono del evento, porque la idea era pedir a los once grandes artesanos de Venecia que reinterpretaran a su manera el zapato-fetiche de Tod’s.
“Los artistas y los artesanos comparten una misma defensa del trabajo bien hecho, una misma actitud vocacional y de pasión vital, de ofrecer siempre un plus de esfuerzo, de dar siempre más de lo estrictamente necesario”. Lo comentaba della Valle, a puerta cerrada antes de que llegasen los invitados a la inauguración, sobre el ruido de mazos, sopletes, buriles, escoplos y gubias. Sonaba convencido y desde luego sabía de lo que hablaba: en los setenta él y su hermano Andrea transformaron el taller artesanal de zapatos de su abuelo Filippo en Sant´Elpidio al Mare, en la región de Las Marcas (y donde aún hoy se encuentra su sede) en el actual conglomerado de lujo e imperio mundial del calzado: es una de esas historias de éxito del emprendimiento y la visión comercial proverbiales de la generación de empresarios italianos nacidos en la posguerra, que supo exportar al mundo el dominio del oficio transmitido por sus propias familias. La fórmula sigue funcionando: según los últimos datos, en 2023 su facturación aumentó un 11% y duplicó los beneficios del ejercicio anterior hasta los 50 millones de dólares.