Las principales economías de América Latina ya han tenido presidentas, excepto México. En Chile la socialista Michelle Bachelet, de la coalición Concertación de los Partidos por la Democracia, abrió brecha en 2006 al derrotar al conservador Sebastián Piñera. Bachelet, cuyo padre murió torturado en prisión por la dictadura que depuso a Salvador Allende, volvió al poder en 2014. En su primer mandato afrontó la crisis financiera de 2008 con programas sociales; y en el segundo emprendió reformas en materia fiscal y de salud. De 2018 y 2022 se desempeñó como Alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La revista Forbes la incluyó por varios años entre las mujeres más poderosas del mundo.
Cristina Fernández, del Partido Justicialista, fundado por Juan Domingo Perón en 1946, también fue la primera presidenta electa de Argentina tras vencer a la derechista Elisa Carrió, candidata de Coalición Cívica formada por tres partidos. En 2007 sucedió a su esposo Néstor Kirchner. Antes había sido diputada y senadora. Fernández se vio envuelta en escándalos de corrupción. Actualmente es la vicepresidenta de Alberto Fernández.
En Brasil pasó lo mismo con Dilma Rousseff, del progresista Partido de los Trabajadores. En 2011 sustituyó a su mentor Luiz Inacio Lula da Silva, quien ejerce el cargo por tercera ocasión, después de ocupar el ministerio. Rousseff había militado en el Comando de Liberación Nacional (Colina), creado para combatir la dictadura militar, y estuvo presa tres años. En 2014 resultó electa para un segundo periodo, pero una venganza política, que hundió a Brasil en el caos, la defenestró. Rousseff se había manifestado contraria a las alianzas neoliberales y de derecha.
El Ministerio Público cerró el año pasado la investigación sobre las supuestas manipulaciones contables que provocaron la destitución de Rousseff. Los delitos e irregularidades administrativas eran falsos. Durante dos años consecutivos (2011 y 2012), la revista Forbes declaró a Rousseff como la tercera mujer más poderosa del mundo, después de la canciller alemana Angela Merkel y de la secretaria de Estados de Estados Unidos, Hillary Clinton. El 13 de abril pasado, la política y economista brasileña asumió la presidencia del Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics en lugar del conservador Jair Bolsonaro, quien perdió la reelección con Lula.
Sin embargo, los gigantes de América Latina no fueron los primeros en tener jefas de Estado y de Gobierno. La historia empezó en Nicaragua en 1990, cuando la periodista Violeta Barrios se convirtió en la primera mujer electa para el cargo. Doce años atrás, su esposo Pedro Joaquín Chamorro, director del periódico La Prensa, había sido asesinado por la dictadura de los Somoza. Barrios se impuso al exguerrillero Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, quien buscaba ser reelecto. Ortega regresó a la presidencia en 2007, puesto en el cual se ha eternizado desde entonces.
Mireya Moscoso también pasó a la historia. En su caso, por haber sido la primera presidenta de Panamá. Su competidor en las elecciones de 1999 fue Martín Torrijos, hijo del dictador Omar Torrijos. El hito que marcó la presidencia de Moscoso lo constituyó la entrega total de la soberanía del Canal de Panamá por parte de Estados Unidos. En Costa Rica y Honduras, Laura Chinchilla y Xiomara Castro rompieron el techo de cristal en 2010 y 2022, respectivamente.
Los ojos de América y del mundo están puestos ahora en México, donde la presidencia podría decidirse entre dos mujeres: Claudia Sheinbaum, del gobernante partido Morena; y Xóchitl Gálvez, apadrinada por el Frente Amplio por México (PAN-PRI-PRD). La mayoría de las presidentas en América Latina han sido de izquierda, como Sheinbaum. Tener de su lado al presidente Andrés Manuel López Obrador le allana el camino. En cambio, para Gálvez, la vieja partidocracia y la oligarquía representan su hándicap principal.