Mientras la COP26 se centra en los impactos de largo plazo de las emisiones humanas en la atmósfera, otros efectos de largo plazo llevan décadas dejándose sentir en la población de las ciudades de América Latina: los de la polución de partículas que, aunque no duran lo suficiente en el ambiente para determinar el calentamiento global como sí lo hacen otras como las de dióxido de carbono, sí alcanzan a producir miles de muertes y pérdidas de calidad de vida a lo largo y ancho del continente. Así, la polución ambiental y el cambio climático son, en palabras del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas (PMNU), dos caras de la misma moneda: la del mantenimiento de estándares de bienestar a través del uso intensivo de ciertos formatos energéticos, de consumo y de producción, tanto agrícola como industrial. La buena noticia es atacar que una ayuda con la otra. La mala es que, mientras no se solucione ninguna de las dos, sus sus respectivos daños se acumulan e incluso, en ciertos aspectos, se llegan a multiplicar.