Desde inicios del siglo XX, el océano Atlántico se está infiltrando de forma creciente en el Ártico. Viniendo del sur y sin el contrapeso del hielo, las aguas atlánticas aguas son más cálidas y saladas. Esto hace que las masas marinas congeladas estén acelerando su deshielo, menguando su extensión cada vez más. Este proceso se une al impacto ya conocido del calentamiento global. Entre los dos fenómenos, la región ártica se está calentando a un ritmo que dobla la del resto de océanos del planeta.
Los climatólogos sabían que el Ártico se viene calentando más que los demás océanos desde hace al menos cuatro décadas. Esta amplificación térmica parecía relacionada con el propio deshielo. De modo resumido, debido al cambio climático, el avance anual del hielo en los meses fríos era cada vez menor mientras que la retirada de la capa helada en los meses cálidos era cada vez mayor y más acelerada. El resultado significaba menos hielo y por menos tiempo. Esta capa helada reflejaba, como un espejo, buena parte de la radiación solar que ahora atrapan aguas muy oscuras. Y de ahí el calentamiento extra de la región y todas sus consecuencias ecológicas regionales y globales. Pero esta es solo la mitad de la historia.